¿Por qué sí o por qué no?
El yoga estilo occidental que conocemos hoy fue inspirado por gimnastas británicos y diseñado para ayudar a niños pequeños a tranquilizarse para meditar. Se trata de una serie de posturas corporales diseñadas para cultivar la quietud.
Estudios científicos han demostrado que el ejercicio del yoga incrementa con delicadeza la flexibilidad, movilidad, circulación sanguínea y oxigenación. Calma el cuerpo y mejora el estado de ánimo, la atención y la concentración. Por estas razones, las poses de yoga como ejercicio físico pueden ser muy benéficas.
Quizá hayas escuchado que el objetivo de la meditación oriental (diferente a la occidental) es poner nuestra mente en blanco. Esto es cierto, y como cristianos NO debemos practicar este tipo de meditación. En lugar de eso, debemos llenar nuestras mentes y corazones de Cristo y su Palabra, para meditar en ella solamente.
En la hermosura de la gloria de tu magnificencia,
Y en tus hechos maravillosos meditaré. Salmos 145:5
Así que, cuando las posturas de yoga se entrelazan con la oración, la lectura de las Escrituras y un corazón que está enfocado en Dios y en su hijo Jesucristo se convierte en una práctica Cristocéntrica.
Bendice, alma mía, a Jehová,
Y bendiga todo mi ser su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Jehová,
Y no olvides ninguno de sus beneficios.
Salmos 103:1-2
Como líder de adoración, veo mi propia práctica de yoga Cristocéntrica como una canción de adoración; las posturas son la melodía, la respiración es el ritmo y mis oraciones, las letras. Te invito a adorar a Dios y a orar con todo tu ser, y tendrás un encuentro real y transformador con el Señor, ahí mismo, sobre el tapete.